Sus ojos brillantes, llenos de misterio, observaban el mundo con curiosidad, era dueña de un territorio secreto, donde reinaba con astucia y habilidad.
La culebra, símbolo de sabiduría, era respetada por su elegancia natural, y aunque muchos le temían por su ferocidad, ella solo buscaba vivir en paz y tranquilidad.
Así, la culebra siguió su camino sin cesar,
dejando su huella en el suelo silencioso,
un recordatorio de la fuerza y la armonía,
que habita en cada ser vivo y cauteloso.